Un padre y su hijo tenían hambre, por lo que decidieron irse a pescar en su pequeño barco. El padre ayudó a su hijo con el carrete y este pescó su primer pez.
– Gran pesca, hijo mío – dijo el padre.– Sí, pero quizás haya otro pez mejor – le respondió el hijo. – ¿Y si pudiera atrapar un pez más grande y más sabroso?
– Tal vez deberías intentarlo – fue la respuesta que obtuvo del padre.
Y así lo hizo el hijo de forma que capturó un pez aún más grande.
– Una verdadera belleza – le animó el padre.
– Pero probablemente ahí fuera hay peces aún más grandes.
– Quizás deberías volver a intentarlo – le respondió el padre.
El hijo se animó y capturó otro pez mayor y así prosiguió con su idea de pescar siempre un ejemplar de mayor tamaño y de carne más exquisita.Al final del día el hijo se estaba exhausto y no había probado bocado por lo que el padre le preguntó:
– ¿Te ha gustado el pescado?– No lo sé. Estuve tan ocupado intentando pescar los mejores ejemplares que no tuve ni un segundo para probarlos.
¿En cuántas ocasiones nos hemos comportado como el hijo de esta historia?
La felicidad no está en la meta, está en el camino
Fuente: http://www.rinconpsicologia.com/2012/02/la-espera-de-un-futuro-mejor.html
Muy acertado. Los estoicos estarian de acuerdo.